No cabe duda alguna. Una #learninggeneration necesita un gran cambio en el financiamiento

commission-report-spLa Comisión Internacional sobre el Financiamiento de las Oportunidades para la Educación Mundial publicó un informe este fin de semana. Publicado tan solo unas semanas después de nuestro Informe GEM más reciente, se espera que ayude a los donantes y gobiernos a darse cuenta de la urgencia de romper con tendencias pasadas si queremos alcanzar nuestros objetivos de educación.

Hace poco más de un año, el Documento final de la Cumbre de Oslo sobre la educación estableció el mandato del Informe de la Comisión: “Su propósito será analizar y dinamizar los argumentos para invertir en la educación y cambiar la financiación insuficiente actual. Tratará de identificar los medios para utilizar los recursos que se tienen de manera más eficaz, responsable y coordinada.”

Una de las cifras que se resalta en el Informe de la Comisión es que el costo total de la consecución de este objetivo es de 3 billones de dólares. Esto representa aproximadamente 10 veces la cantidad que el Informe GEM estimó el año pasado como el costo total anual de las metas de educación. Pero la gran diferencia es engañosa.  El costo adicional lo explica el hecho de que la Comisión incluye a los países de ingresos medios superiores, para los cuales los costos per cápita son mucho más elevados. La Comisión también incluye el costo de la educación pos-secundaria, que representa una tercera parte del gasto en los países de bajos ingresos y casi la mitad del gasto en los países de ingresos bajos y medios combinados.

El Informe de la Comisión argumenta que “simplemente abogar por mayores recursos basándose en un análisis de déficit de financiamiento no ha sido y no será efectivo”. Sin embargo, luego procede al cálculo del déficit. En total, el déficit de financiamiento externo anual promedio para los países de bajos ingresos es de $44,000 millones por año durante el periodo 2015-2030, de los cuales se recomienda que $25,000 millones se cubran con ayuda. Excluyendo la ayuda ya desembolsada, esto es casi idéntico a los $21,000 millones por año que calculó el Informe GEM para los países de bajos ingresos. En otras palabras, la Comisión también reitera el llamado que hace el Informe GEM para que se multiplique por más de seis la ayuda para la educación en los países de bajos ingresos.

Claro que estimar el déficit no fue el objetivo principal de la Comisión. El Informe más bien se centra en cómo reducir dicho déficit mediante una mayor eficiencia y una inversión en políticas más eficaces. Responde a su mandato, que le pide que contribuya a “cambiar la financiación insuficiente actual”.

1En este sentido, una de las principales recomendaciones que hace es crear un nuevo mecanismo para los Bancos Multilaterales de Desarrollo (BMD), que catalizaría la inversión para la educación.

Este mecanismo, según el Informe de la Comisión, le permitiría a los BMD trabajar juntos como un sistema coherente, estableciendo una plataforma que ayudaría a incentivar el financiamiento de los mismos BMD, pero también de otras fuentes. Esta es una ambición válida. El Informe de la Comisión nos recuerda que el porcentaje que los donantes multilaterales le dedicaron a la educación cayó de un 10% a un 7% durante la última década. Dejando a un lado la pregunta que se hace en nuestro Informe GEM –si los canales multilaterales son más eficientes que los canales bilaterales– una gran duda es cómo puede contribuir este tipo de plataforma a cambiar esta tendencia.

Ciertamente, se ha vuelto más común que los donantes consignen los fondos que aportan a las agencias multilaterales mediante fondos fiduciarios a sectores o temas específicos. Una encuesta de los miembros de la OCDE-CAD atribuyó esta tendencia al deseo de los donantes de establecer mayor visibilidad e influencia. Y también es cierto que la consignación se ha usado ampliamente para incrementar el financiamiento del sector de salud. Sin embargo, una mayor consignación multilateral puede crear nuevos desafíos si incrementa la fragmentación dentro de las organizaciones multilaterales.

Puede que el nuevo mecanismo sea capable abordar esta posible fragmentación, y aportar claridad al proceso. Sin embargo, surgen dudas en cuanto a quién se dirige exactamente este mecanismo, dónde se sitúa, y qué forma toma. Se necesitaría una mayor transparencia en su gobernanza, sobre todo si tiene el poder de escoger los planes educativos que recibirán, o no, financiamiento.

Además, el Informe de la Comisión indica que le prestaría especial atención a los países que están en vías de transición a un estatus de ingresos medios, y que reciben ayudas y préstamos. Esto se hace para enfatizar que el mecanismo trabajaría con, y no en lugar de, la Alianza Mundial para la Educación (GPE, por sus siglas en inglés) que se centra principal pero no exclusivamente en los países de bajos ingresos. Sin embargo, si el Informe de la Comisión quiere cambiar decisivamente el financiamiento de la educación, debe garantizar que esto se haga en primer lugar para los países de bajos ingresos, y no incidentalmente. Asimismo, si logramos convencer a los BMD que se debe incrementar el porcentaje de los fondos que se asignan a la educación de un 7% a un 15%, como lo espera el Informe de la Comisión, no se indica claramente cómo se canalizarían dichos fondos de tal manera que se ayude a las poblaciones marginalizadas donde hay niños que puede que nunca pongan pie en un aula.

Durante el próximo año se seguirá haciendo la promoción en torno al Informe de la Comisión para ver como sus recomendaciones sobre el financiamiento se implementarán en la práctica. Este proceso clarificará algunos detalles, y responderá las preguntas que deben surgir en relación con algunas de sus premisas. Sin embargo, no cabe duda que el Informe de la Comisión es una tentativa importante hacia la creación de una “propuesta para la expansión de las oportunidades para la educación más grande de la historia moderna”. Y esto no es ninguna exageración. Nuestro Informe GEM más reciente muestra que según las tendencias actuales, aun avanzando más rápidamente que nunca, ningún país en África sub-sahariana o Asia meridional alcanzará la nueva meta global de la finalización universal secundaria de aquí al 2030. Hagamos lo que hagamos, lo debemos hacer de manera diferente. Lo que hemos hecho hasta ahora no nos permitirá completar nuestro trabajo.

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