La violencia de género en el ámbito escolar impide una educación inclusiva de calidad

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Por Constanza Ginestra, Nicole Bella y Matthias Eck

Hoy celebramos el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, violencia que también tiene lugar en los entornos educativos. Asimismo, hoy es el comienzo de la campaña de 16 días contra la violencia de género, que se lleva a cabo anualmente del 25 de noviembre al 10 de diciembre (Día Internacional de los Derechos Humanos).  A principios de este mes también celebramos el primer Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, incluyendo el Ciberacoso. Para conmemorar estos eventos, compartimos algunas conclusiones de nuestro recientemente publicado Informe de Género GEM 2020 sobre la prevalencia de la violencia de género en el ámbito escolar en todo el mundo y las medidas para prevenirla y abordarla.

La violencia de género en el ámbito escolar es compleja y polifacética. La violencia de género en la escuela se define como actos o amenazas de violencia sexual, física o psicológica que se producen en los establecimientos educativos, en sus alrededores u online. Las distintas formas de violencia de género en la escuela se superponen y se refuerzan mutuamente y rara vez se desarrollan como acontecimientos aislados. Asimismo, estos actos tienden a estar profundamente arraigados en las relaciones desiguales de género, estereotipos y normas de género y prácticas discriminatorias.

Las niñas son más propensas a experimentar violencia sexual por parte de sus compañeros de clase y sus maestros. En África subsahariana, las niñas indicaron que los maestros exigían favores sexuales a cambio de buenas calificaciones, trato preferencial en la clase, dinero y regalos. En Ghana, Kenya y Mozambique, las alumnas expresaron que era difícil rechazar las propuestas de los maestros por temor a represalias.

Los varones son objeto de violencia física más a menudo. A nivel mundial, el 45% de los alumnos varones declararon haber participado en una pelea en comparación con el 27% de las estudiantes mujeres. En la mayoría de los países, los niños también tienen más probabilidades que las niñas de sufrir castigos corporales perpetrados por los maestros y maestras. Además, la prevalencia de bullying es aún mayor en el caso de los varones en la mayoría de los países.

La violencia suele estar dirigida a aquellos cuya identidad de género no se ajusta a las normas binarias de género. En Estados Unidos, el 17% de los estudiantes heterosexuales indicó que había experimentado bullying, en comparación con el 24% de los que no estaban seguros de su identidad de género y el 33% de estudiantes lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales. De manera similar, en Reino Unido la evidencia muestra que el 64% de los estudiantes transexuales fueron objeto de bullying por motivos de género.

El rápido avance de la tecnología ha aumentado los riesgos de amenazas, intimidación y acoso en línea. En los países europeos, uno de cada cinco jóvenes de 18 a 29 años indicó que había sufrido acoso cibernético. Asimismo, la evidencia que se desprende del Informe Mundial sobre los Niños en Línea de UNICEF indica que, en promedio, un porcentaje más alto de niñas informaron haber sufrido violencia en línea (54% frente a 48% de niños). Los datos demostraron que las niñas son más propensas a ser tratadas de manera hiriente o desagradable a través de redes sociales (38%), mensajes de texto (21%), llamadas de teléfono móvil (16%) y salas de chat (5%), mientras que los niños informaron más maltrato en los juegos en línea (10%) y en las plataformas de medios compartidos (5%) como YouTube, Instagram y Flickr.

La violencia de género en el ámbito escolar a menudo no se denuncia y queda impune por diferentes razones, entre ellas la falta de mecanismos de denuncia y de confidencialidad, el temor a nuevas represalias, la estigmatización, la falta de apoyo, los tabúes y la falta de conocimiento de los propios derechos. Las investigaciones realizadas en Camboya, Indonesia, Nepal, el Pakistán y Viet Nam indican que los estudiantes carecen de confianza en la presentación de denuncias debido al temor a ser culpados y a la ausencia de respuestas estructuradas de la escuela para abordar esta cuestión.

La violencia de género escolar afecta el bienestar y el aprendizaje de los estudiantes. Las consecuencias pueden incluir daños graves para la salud física y mental, embarazo, VIH u otras infecciones de transmisión sexual. La violencia puede dar lugar a la pérdida de interés en la escuela, a la interrupción de los estudios o al abandono escolar temprano. En Honduras, el 55% de las niñas revelaron que en ciertas ocasiones no asistieron a la escuela debido a la violencia física perpetrada por los maestros, mientras que el 22% de las estudiantes de Malawi faltaron a clase como consecuencia de experiencias sexuales no deseadas. Según los datos de PISA del año 2018, los estudiantes que sufrieron bullying en los países de la OCDE obtuvieron, en promedio, 21 puntos menos en lectura en comparación con sus compañeros que no experimentaron este tipo de violencia.

Se teme que la pandemia de COVID-19 pueda intensificar el riesgo de violencia doméstica, incluso contra los niños y niñas, como consecuencia de las medidas de confinamiento. El acceso limitado a los servicios de salud puede reducir el acceso a los anticonceptivos y aumentar los embarazos no deseados, como se está advirtiendo en Kenya por ejemplo, lo que posiblemente dé lugar a matrimonios precoces y a la deserción escolar.

¿Qué medidas se han adoptado para hacer frente a la violencia de género en el ámbito escolar?

Los países han introducido diferentes leyes, políticas y programas para combatir este tipo de violencia. El Informe de Género de GEM 2020 y nuestra investigación sobre el tema señalan medidas que han sido evaluadas y tienen resultados prometedores.

Intervenciones en el plan de estudio. La evidencia demuestra que la mayoría de los países han adoptado este tipo de programas para prevenir la violencia de género en la escuela y cuestionar las normas de género. Connect with Respect es un ejemplo de este enfoque en África meridional y oriental y en la región de Asia y el Pacífico. Tiene por objeto ayudar a los estudiantes a comprender conceptos como violencia de género y relaciones de respeto, ayudándoles a cuestionar prácticas perjudiciales mediante actividades prácticas de aprendizaje. Por otro lado, el acceso a la educación sexual integral como parte del programa de estudios también es fundamental para prevenir la violencia de género relacionada con la escuela. Por ejemplo, el programa The World Starts with Me, implementado en Uganda, combina la educación sexual integral con el aprendizaje de tecnologías de la información dirigidas tanto a estudiantes como a jóvenes que no asisten a la escuela.

Programas que trabajan con varones y niños, y aquellos que son testigos de la violencia escolar. Algunos programas se dirigen explícitamente a los estudiantes varones para sensibilizarlos sobre la violencia de género. Un ejemplo es Young Men Initiative, proyecto implementado en los Balcanes, que busca incentivar estilos de vida no violentos y equitativos en materia de género, ofreciendo un programa de competencias para la vida con perspectiva de género. En Hong Kong, el proyecto P.A.T.H.S. tiene como objetivo asistir a los estudiantes de secundaria a desarrollar diferentes aptitudes para la vida. Parte de este programa se centra en facilitar que los estudiantes sean testigos atentos de la violencia escolar, mediante programes sensibilización sobre el bullying, espacios para la autorreflexión y oportunidades para ensayar este nuevo comportamiento.

Códigos de conducta escolares. La elaboración o aplicación de códigos de conducta es una medida que se ha adoptado para hacer frente a la violencia de género escolar en Costa de Marfil, Etiopía, Sierra Leone y Zambia. Este último puso en marcha el Reglamento de la profesión docente (Código de Ética) en 2018, en el que se prohíbe la discriminación por género, junto con los castigos corporales, malos tratos o abusos.

Infraestructura. La modificación o adaptación del entorno escolar podría prevenir la violencia de género escolar y mejorar la seguridad de los estudiantes. Un ejemplo de este enfoque es Shifting Boundaries, un programa implementado en Estados Unidos y creado en 2010, en respuesta a los altos niveles de violencia en las escuelas. El programa busca aumentar la presencia del personal en los lugares donde es probable que ocurran actos violentos, incentivando a estudiantes y maestros a identificar previamente esos puntos.

Mecanismos de denuncia, asesoramiento, apoyo y servicios de referencia. Algunos países han puesto en marcha mecanismos de reporte confidenciales, independientes y de fácil acceso para proporcionar a las víctimas/sobrevivientes y testigos, canales seguros para denunciar la violencia de género escolar. En Nepal, el programa Zero Tolerance Programme incorporó un buzón de sugerencias como mecanismo de denuncia para alentar a los estudiantes a informar a las autoridades sobre cualquier incidente. Sentirse seguro en la escuela implica no sólo poder denunciar los casos de violencia sino también recibir la asistencia adecuada de las autoridades escolares. Por ejemplo, en el Brasil y la República Democrática del Congo, el Programa Youth Living Peace Programme ofrece terapia psicológica a los adolescentes que han sido testigos o han experimentado violencia en sus hogares.

Aunque todavía queda mucho por hacer para reducir la violencia de género en el ámbito escolar, los programas mencionados anteriormente muestran resultados satisfactorios y posibilidades de ser reproducidos en otros contextos. En este sentido, algunos factores pueden determinar el éxito de estas intervenciones. Por ejemplo, los programas para estudiantes varones parecen tener éxito en la lucha contra los estereotipos de género. Los enfoques participativos y multisectoriales también caracterizan a los programas más exitosos. La colaboración con los estudiantes, los padres, el personal de las escuelas y la comunidad parece ser fundamental, no sólo para crear un sentimiento de pertenencia sino también para identificar sus preocupaciones específicas. Es necesario crear un firme compromiso político para reducir la violencia de género relacionada con la escuela a fin de que la cuestión se considere prioritaria en la agenda política.

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