Sarah Farhat / World Bank

La COVID-19 tuvo un impacto significativo en la financiación de la educación

El informe de Supervisión de la Financiación de la Educación (EFW, por sus siglas en inglés) 2022 se publicó hoy en la pre-Cumbre sobre la Transformación de la Educación. Es un esfuerzo de colaboración entre el Banco Mundial, el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo y el Instituto de Estadística de la UNESCO. Su objetivo es proporcionar un análisis anual de las tendencias, patrones y problemas de la financiación de la educación a nivel mundial. El EFW 2022 aborda el impacto de la COVID-19 en la financiación de la educación mundial en 2020, 2021 y 2022 con un número de datos sustancialmente mayor que el utilizado en el EFW 2021. Este blog presenta las principales conclusiones de dicha publicación.

El impacto de la pandemia en las pérdidas de aprendizaje a nivel mundial es significativo y está distribuido de forma desigual, entre y dentro de los países. La mayoría de los países siguieron ofreciendo oportunidades de aprendizaje, reabriendo parcialmente las escuelas o mediante la enseñanza a distancia o híbrida. Pero estos esfuerzos fueron un sustituto imperfecto de la enseñanza en el aula y en los países de ingresos bajos y medios no llegaron a todos los y las estudiantes; a veces solo llegaron a una minoría de estudiantes.

Se calcula que las pérdidas mundiales de aprendizaje generadas por la COVID-19 podrían costar a esta generación de estudiantes cerca de 21 billones de dólares en ingresos a lo largo de su vida, lo que supera con creces la estimación original de 10 billones de dólares, realizada inmediatamente después del brote de la pandemia, e incluso los 17 billones de dólares estimados en 2021.

En muchos países, la crisis implicó importantes revisiones presupuestarias a mitad de año. Para aliviar el impacto abrupto en las economías, atender las necesidades de emergencia y proporcionar un estímulo fiscal, se movilizaron recursos adicionales a través de diferentes medios, pero los sistemas educativos tuvieron dificultades para obtener apoyo financiero adicional, o para adaptarse a la crisis.

El gasto total en educación a nivel mundial en 2020, el primer año de la pandemia de COVID-19, se mantuvo a la par con 2018 y 2019, en 4,9 billones de dólares, pero con diferencias significativas en el gasto en los diferentes grupos de ingresos nacionales. El gasto aumentó en los países de ingresos altos, impulsado por un mayor gasto público, y en los países de ingresos bajos, impulsado principalmente por la ayuda externa. Por el contrario, en los países de ingresos medios disminuyó en 35.000 millones de dólares.

En un panel de países con datos de ambos años, el número de países que redujo su gasto interanual en educación aumentó del 28% en 2019 al 51% en 2020. Aproximadamente el 41% de los países de ingresos bajos y medios-bajos redujeron su gasto en educación tras el inicio de la pandemia de COVID-19, con una reducción promedio del gasto del 13,5%.

La educación no ha recuperado lo que perdió en los presupuestos gubernamentales; su porcentaje sigue siendo inferior en 2022 que antes de la COVID-19 en los países de ingresos bajos. Por el contrario, en los países de ingresos más altos, el porcentaje de los presupuestos gubernamentales totales dedicado a la educación ahora es mayor en 2022 que en 2019.

El gasto público per cápita en educación fue mayor en todas las regiones en 2019-2020 que en 2014-2015, excepto en América Latina y el Caribe. Sin embargo, hay una variación considerable entre países: un tercio de los países de ingresos medios-bajos y la mitad de los países de ingresos medios-altos gastaron menos per cápita en educación en 2019-2020 que en 2014-2015. El gasto gubernamental per cápita en África Subsahariana (254 dólares) y en el Sur de Asia (358 dólares) es menos de una décima parte del gasto per cápita en Europa y Asia Central, y menos del 5% del gasto per cápita en América del Norte.

Aunque la ayuda total a la educación alcanzó una cifra récord de 18.100 millones de dólares en 2020, lo que supone un aumento general del 15% con respecto a 2019, este incremento fue impulsado en gran medida por el apoyo presupuestario a los países destinado a ayudar a gestionar los impactos de la pandemia de COVID-19, más que por la ayuda directamente dirigida a la educación. En general, los donantes bilaterales disminuyeron su ayuda a la educación en 153 millones de dólares de 2019 a 2020. Además, hacer frente a las secuelas de la COVID-19, y las guerras en Afganistán y Ucrania, así como sus consecuencias, significa que más donantes están cambiando sus prioridades de ayuda y alejándose de la educación. Al menos cuatro de los principales donantes en materia de educación han anunciado recortes significativos en su ayuda oficial al desarrollo directa en materia de educación.

Un aspecto olvidado de la financiación de la educación es que los hogares de los países de ingresos bajos y medios-bajos asumen el 39% del costo total de la educación, frente a solo el 16% en los países de ingresos altos. Además, dentro de los países, los más ricos gastan mucho más en educación, lo que exacerba aún más la desigualdad: en 33 países de ingresos bajos y medios, los hogares del quintil más rico gastaron el 4,2% de su presupuesto en educación, frente a solo el 2,4% entre los hogares del quintil más pobre.

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