El Informe GEM 2023 publicado hoy hace un llamamiento para un uso adecuado de la tecnología en la educación

El sexto de la serie de Informes GEM, Tecnología en la educación: ¿Una herramienta en los términos de quién?, insta a los países a establecer sus propios términos para el diseño y uso de la tecnología en la educación, de modo que nunca sustituya a la enseñanza presencial y dirigida por docentes, y apoye el objetivo compartido de una educación de calidad para todos.

El informe se lanza hoy en un evento en Montevideo, Uruguay, organizado por el Informe GEM, el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay y la Fundación Ceibal con 18 ministros de educación de todo el mundo. Propone una brújula de cuatro puntos que las y los responsables de la elaboración de políticas y las partes interesadas en la educación pueden utilizar al decidir cómo desplegar la tecnología en la educación:

  1. ¿Es adecuada?

El uso de la tecnología puede mejorar ciertas formas de aprendizaje en algunos contextos. El informe cita evidencia que demuestra que los beneficios del aprendizaje desaparecen si la tecnología se utiliza en exceso o en ausencia de un docente calificado. Por ejemplo, la distribución de computadoras a las y los estudiantes no mejora el aprendizaje por sí sola sin la participación de docentes capacitados. Los teléfonos inteligentes en las escuelas han demostrado ser una distracción para el aprendizaje, pero menos de una cuarta parte de los países prohíben su uso en las escuelas.

Las desigualdades de aprendizaje entre los estudiantes aumentan cuando la enseñanza es exclusivamente a distancia y cuando los contenidos en línea no son apropiados para el contexto. Un estudio de las colecciones de recursos educativos abiertos reveló que casi el 90% de los repositorios en línea de enseñanza superior se crearon en Europa o Norteamérica; el 92% del material de la biblioteca mundial OER Commons se publica en inglés.

  • ¿Es equitativa?

Durante la pandemia de COVID-19, la transición acelerada hacia el aprendizaje en línea dejó fuera al menos a 500 millones de estudiantes en todo el mundo, afectando sobre todo a los más pobres y a los que viven en zonas rurales. El informe subraya que el derecho a la educación es cada vez más sinónimo de derecho a una conectividad significativa y, sin embargo, una de cada cuatro escuelas primarias carece de electricidad. Hace un llamamiento para que todos los países establezcan puntos de referencia para la conexión de las escuelas a Internet de aquí a 2030 y para que la atención se siga centrando en los más marginados.

Una conectividad a Internet sumamente desigual

Porcentaje de personas de 3-17 años con conexión a Internet en el hogar, por quintil de ingresos, selección de países, 2017-19
Fuente: Base de datos del UNICEF.

  1. ¿Es ampliable?

Ahora más que nunca se requiere evidencia fiable, rigurosa e imparcial sobre el valor añadido de la tecnología en el aprendizaje, pero no se dispone de ella. La mayoría de la evidencia procede de Estados Unidos, donde What Works Clearinghouse señaló que menos del 2% de las intervenciones educativas evaluadas tenían “evidencia fuerte o moderada de efectividad”. Cuando la evidencia sólo se obtiene de las propias empresas de tecnología, existe el riesgo de que esté sesgada.

Muchos países ignoran los costos a largo plazo de las adquisiciones de tecnología y el mercado de EdTech se está expandiendo mientras las necesidades básicas de educación siguen sin satisfacerse. El costo de pasar al aprendizaje digital básico en los países de ingresos bajos y de conectar todas las escuelas a Internet en los países de ingresos medio-bajos añadiría un 50% a su actual déficit de financiación para la consecución de las metas nacionales del ODS 4. Una plena transformación digital de la educación con conectividad a internet en las escuelas y los hogares costaría más de mil millones al día solo para funcionar.

  • ¿Es sostenible?

El vertiginoso ritmo de evolución de la tecnología obliga a los sistemas de educación a adaptarse. La alfabetización digital y el pensamiento crítico son cada vez más importantes, sobre todo dado el crecimiento de la IA generativa. Este movimiento de adaptación ya ha iniciado: El 54% de los países han definido las competencias que quieren desarrollar para el futuro. Pero sólo 11 de los 51 gobiernos encuestados tienen currículos sobre la IA.

Además de estas competencias, no hay que pasar por alto la alfabetización básica, ya que también es fundamental para la aplicación digital: las y los estudiantes con mejores habilidades de lectura tienen muchas menos probabilidades de ser engañados por correos electrónicos de phishing. Asimismo, el personal docente también necesita una formación adecuada, aunque sólo la mitad de los países cuentan actualmente con normas para desarrollar sus competencias en TIC. Pocos programas de formación docente cubren la ciberseguridad, a pesar de que el 5% de los ataques de ransomware tienen como objetivo la educación.

La sostenibilidad también requiere una mayor garantía de los derechos de los usuarios de la tecnología. En la actualidad, sólo el 16% de los países garantizan por ley la privacidad de los datos en la educación. Según un análisis, el 89% de los 163 productos tecnológicos educativos pueden sondear a los niños. Además, 39 de los 42 gobiernos que impartieron educación en línea durante la pandemia fomentaron usos que “ponían en riesgo o vulneraban” los derechos de las y los niños.

También exige que se tengan en cuenta los costos a largo plazo para nuestro planeta. Una estimación de las emisiones de CO2 que podrían ahorrarse alargando un año la vida útil de todas las computadoras portátiles de la Unión Europea llegó a la conclusión de que equivaldría a retirar de la circulación casi un millón de automóviles.

El informe pide que aprendamos de nuestros errores pasados al utilizar la tecnología en la educación para no repetirlos en el futuro. La campaña #TechOnOurTerms pide que las decisiones sobre la tecnología en la educación den prioridad a las necesidades de las y los estudiantes tras evaluar si su aplicación sería adecuada, equitativa, basada en evidencia y sostenible. Debemos enseñar a las y los niños a vivir con y sin tecnología; a tomar lo que necesiten de la abundancia de información, pero a ignorar lo que no sea necesario; a dejar que la tecnología apoye, pero nunca suplante, las interacciones humanas en la enseñanza y el aprendizaje.

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