Inclusión en la educación en Europa Central y Oriental, el Cáucaso y Asia Central

Un nuevo informe regional presentado el pasado viernes en un evento del Informe GEM, en colaboración con la Agencia Europea para las Necesidades Especiales y la Educación Inclusiva y la Red de Centros de Política Educativa, aborda la inclusión y la educación –el tema de nuestro Informe GEM 2020– en Europa Central y Oriental, el Cáucaso y Asia Central. Con base en 30 nuevos perfiles de los sistemas educativos de la región, el Informe muestra que, si bien el acceso a la educación es elevado, la región ha estado tratando de superar un pesado legado de educación segregada, que le impide lograr la inclusión para todos.

Una transición hacia un enfoque de la educación inclusiva basado en los derechos

En los últimos 20 años, los niveles de educación en la región, que ya se encuentran entre los más elevados del mundo, han aumentado aún más, al tiempo que las tasas de no escolarización se reducen a la mitad.

La adopción de la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y la influencia de organismos internacionales, como el Consejo de Europa y la Unión Europea, han propiciado importantes reformas.

En países como Polonia, las escuelas también están ampliando y flexibilizando sus sistemas de apoyo, invirtiendo en centros de recursos que comparten conocimientos y materiales con las escuelas convencionales en el camino hacia la inclusión. Y hay indicios de que se está avanzando hacia un apoyo más inclusivo y dentro de la escuela, con una mayor disponibilidad de asesoramiento y tutoría, ayuda parar el aprendizaje, y especialistas y terapeutas.

Un análisis de los perfiles nacionales, a los que también se puede acceder desde las páginas de los países en el sitio web PEER, muestra que dos de cada tres sistemas educativos han adoptado una definición de inclusión que abarca a los grupos marginados más allá de los alumnos con necesidades educativas especiales o discapacidades. La estrategia de educación inclusiva de Tayikistán aborda, por ejemplo, la discapacidad, la etnia, la migración y el género. De Estonia a Eslovenia y de Armenia a Ucrania, los países se han alejado del anticuado modelo médico en el discurso pedagógico y han mejorado así la identificación de las necesidades educativas especiales.

Pero la transición hacia la inclusión está lejos de haberse completado. Muchos países de la región aún no han dejado atrás uno de los legados más penosos de la segunda mitad del siglo XX: la educación segregada, erróneamente considerada en su día como una solución eficaz.

Muchos niños con discapacidades todavía son enviados a colegios especiales. Incluso los que ya no están matriculados en esos colegios pueden ser colocados en otros dispositivos no inclusivos, como clases especiales o educación en casa. Descubrimos que las medidas de apoyo, en el fondo, pueden seguir el enfoque selectivo y excluyente que dominaba tradicionalmente.

Incluso en países con un alto nivel de compromiso con la inclusión, como Albania, la implementación de leyes y políticas puede retrasarse debido a deficiencias de capacidad y recursos en la organización escolar y la formación docente. También puede deberse a la resistencia de la población en general. En Uzbekistán, donde la transición hacia la educación inclusiva se encuentra en una fase muy temprana, una encuesta reveló que el 70% de las personas creían que los niños con discapacidad deberían estar en escuelas especiales.

Persisten otras formas de segregación y discriminación. Los niños Roma son los más discriminados de la región, y a menudo también se les diagnostica una discapacidad intelectual de forma desproporcionada. Los niños de los hogares más pobres también pueden tener más dificultades para acceder a la educación. Mientras que en los países de la OCDE el 11% de los alumnos de 15 años procedentes del 25% más bajo en términos de estatus socioeconómico obtuvieron una puntuación superior al 25% en lectura, el porcentaje fue inferior al 8% en Bulgaria y Hungría, uno de los niveles más bajos del mundo, y menos de la mitad de ese nivel en Estonia y Kazajstán.

La igualdad de género en la educación también se ha convertido en un tema muy controvertido. En Bielorrusia, el código de educación implica una óptica de género tradicional, y las guías de formación refuerzan los estereotipos de género. El currículo de Turquía, reformado en 2016, apenas menciona los derechos de la mujer. Además, solo 7 de 23 países tienen políticas o planes de acción que abordan y prohíben explícitamente el acoso escolar basado en la orientación sexual, la identidad y expresión de género, y/o la variación de las características sexuales. La ley de la Federación Rusa prohíbe hablar en la escuela de la existencia de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales.

El COVID-19 ha hecho que la necesidad de políticas inclusivas sea especialmente urgente.  A pesar de sólidas respuestas gubernamentales al COVID-19 en materia de educación, muchos alumnos se quedaron sin asistencia, como en todo el mundo. El acceso a la educación en línea fue un reto para el estimado de 1 de cada 4 estudiantes de secundaria en la región que no tiene una laptop y de 1 de cada 10 sin acceso a Internet. A nivel mundial, los maestros no tienen suficientes competencias digitales para el desafío. Un estudio de unos 1.000 maestros de primaria en Polonia reveló que el 52% tenía dificultades para utilizar herramientas digitales.

La realidad es que, a medida que los entornos domésticos y el apoyo de los padres han ido adquiriendo importancia durante el periodo de aprendizaje a distancia, los más desfavorecidos se están quedando más atrás. La necesidad de una política educativa inclusiva más fuerte es mayor que nunca.

Los países deben desarrollar una serie de políticas que impulsen la inclusión.

La colaboración interministerial está bien arraigada en la región, pero debe reforzarse en lo que respecta al intercambio de datos, como en Lituania, cuyos ministerios de educación, sanidad y asuntos sociales acordaron desarrollar conjuntamente medidas para ayudar a los niños identificados con autismo u otras discapacidades de desarrollo.

Las responsabilidades de gestión de las autoridades locales y las escuelas apoyan el uso eficiente de recursos, pero requieren mandatos claros y recursos adecuados.

Los países deberían utilizar modelos que asignen fondos en función del uso de los servicios de apoyo, en lugar de las categorías de alumnos, para garantizar la sostenibilidad y evitar comportamientos estratégicos; la República Checa está cambiando a la financiación por miembro del personal.

El desarrollo de los currículos y los libros de texto debe adherirse a los principios de inclusión, como en Rumania, cuyo currículo ofrece una presentación completa de la historia de los Roma desde 2017.

Los estudiantes y los padres deben participar más; solo la República de Moldavia informó de la participación de los estudiantes en el diseño de currículos.

Por último, pero no por ello menos importante, los maestros necesitan más apoyo para aceptar la diversidad y estar preparados para enseñar a todos los alumnos. El envejecimiento del personal docente hace que esta necesidad sea aún más apremiante.

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