“No hacer daño” en y a través de la educación

Uno de los efectos más sorprendentes de la pandemia mundial es cómo millones de personas se han enfrentado a dilemas morales. Las opciones educativas es un ejemplo de ello.

El sector de la educación suele mirar al sector de la salud en busca de ideas, inspirado por su éxito en la movilización mundial y en la consecución de un consenso sobre mediciones sofisticadas. Lo que ha recibido menos atención explícita en la educación son los principios rectores en materia de salud, en particular el imperativo de “no hacer daño”. Este principio implica que no se puede establecer ningún plan o programa si se corre el riesgo de perjudicar activamente a alguien.  Si bien la Red Interinstitucional para la Educación en Situaciones de Emergencia lo ha adoptado como principio rector, desempeña un papel mínimo en los debates sobre la educación en general. Pero, ¿debería ser más central? ¿Qué significaría?

La crisis sanitaria y educativa provocada por el Covid-19 pone de relieve esta cuestión que ofrece lecciones que seguirán siendo pertinentes durante mucho tiempo.

30829425893_02d58fc4de_k
Image: Arete / Ivan Armando Flores

En el ámbito de la salud, el principio de no hacer daño significa que el proceso de desarrollo y aprobación de una vacuna solo puede acelerarse hasta cierto punto, sin importar cuán desesperados e impacientes estemos por ella. No podemos arriesgarnos a tomar atajos solo para descubrir más tarde que la vacuna es realmente dañina, por ejemplo. Del mismo modo, incluso cuando se necesitan urgentemente trabajadores de salud, se les dice a los que se sospecha que están infectados que no vengan a trabajar.

En el ámbito de la educación, la primera reacción en casi todas partes ha sido alentar o incluso exigir que se establezca la enseñanza a distancia para apoyar la escolarización en casa, que depende en gran medida, en la mayoría de los países, de la tecnología. Sin embargo, no todas las familias tienen el mismo acceso a la infraestructura técnica (dispositivos, Internet de alta velocidad), al tiempo (trabajos que no se pueden realizar en el hogar), o a la familiaridad con el contenido del currículo para aprovechar estos mecanismos. Un despliegue ad hoc de la enseñanza exclusivamente a distancia a escala exacerbará las desigualdades en materia de aprendizaje. Es probable que los niños de hogares ya favorecidos puedan continuar su aprendizaje, mientras que los ya desfavorecidos se quedarán más rezagados.

La voluntad de “no hacer daño” como principio rector es evidente en algunas de las reacciones secundarias a los cierres masivos de escuelas. El enfoque “menos malo” para los estudiantes en su conjunto puede ser no ofrecer ni requerir ningún tipo de aprendizaje a distancia, lo que beneficiaría a algunos, pero pondría a otros en desventaja. Esto puede interpretarse como una aplicación del “no hacer daño”. Es una interpretación directa del “no dejar a nadie atrás”.  El Distrito Escolar de Filadelfia es un ejemplo de ello. Ha decidido que no ofrecerá formación a distancia durante el cierre por el coronavirus citando preocupaciones de equidad. Al anunciar la medida, el superintendente William R. Hite Jr. dijo sobre la enseñanza a distancia, “Si no está disponible para todos los niños, no podemos ponerla a disposición de algunos de ellos”.

Aplicar este principio de manera más estricta en nuestras decisiones sobre educación, no solo en tiempos de crisis, tendría importantes implicaciones para la forma en que priorizamos y evaluamos las políticas e intervenciones educativas.

El objetivo de educación en la Agenda ODS 2030, el ODS 4.a, exige entornos de aprendizaje seguros, por ejemplo. El principio de no hacer daño sugiere que las escuelas, antes de poder abrir sus puertas, deben asegurarse primero de que los alumnos no sufran daños de forma activa, por parte de los maetros que aplican castigos corporales o abusos sexuales, por parte de los compañeros que intimidan, o por la exposición a condiciones insalubres.

Pero, si bien lo anterior son ejemplos de daños absolutos, en términos más generales, la mayoría de las políticas e intervenciones educativas que son objeto de un debate serio tienen por lo menos la posibilidad de ofrecer algún beneficio a algunos interesados.  “No hacer daño” sugiere que no basta con argumentar que ofrecen un beneficio en promedio mientras perjudican a algunos, o un beneficio que supera un daño, o un beneficio probable a pesar del riesgo de ser perjudicial.

En cuanto a la tecnología, sin embargo, que podría decirse es una ventaja para algunas escuelas, en lugar de su función principal, es más fácil ver cómo podría aplicarse el principio. Se puede argumentar firmemente que las tecnologías educativas no deberían desplegarse en absoluto a menos y hasta que sean accesibles a los estudiantes con discapacidades, por ejemplo.

El mismo argumento funciona con el contenido del currículo. La falta de alternativas no es razón para retrasar la eliminación de un material escolar que incita al odio contra una minoría, una cuestión que aborda el Informe GEM 2020. Es de esperar que nadie se oponga a retirarlo de las aulas, aunque ello signifique que, a corto plazo, incluso los estudiantes de la minoría en cuestión no tengan material para esa asignatura.

Algunos países han participado en lo que esencialmente son experimentos de política de alto riesgo. Un ejemplo destacado es la participación a gran escala de agentes privados en los sistemas educativos nacionales, como las escuelas de la Academia Bridge. El argumento a favor se basa en las posibles ganancias en aprendizaje y eficiencia si el plan funciona como se ha anunciado. El argumento en contra señala los importantes riesgos para la equidad y los más desfavorecidos si no se garantiza la calidad y no se logran estos resultados positivos. No hacer daño significa que esta decisión no debe tomarse equilibrando las probabilidades; debe errar en el sentido de no empeorar la situación por accidente, no apostando a que las promesas se hagan realidad.

El imperativo de no hacer daño ofrece una manera ética de resolver algunas de las controversias en el desarrollo de la educación internacional. También es coherente con el llamamiento del ODS 4 de “llegar primero a los más atrasados” – obviamente no se llega primero a ellos si se les empuja activamente más atrás.

Share:

Leave a comment