¿Cuánta ayuda se dedica a la educación y a dónde va?

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Si bien el principal mensaje de nuestro nuevo documento de política sobre las últimas cifras de los niveles de ayuda a la educación es que el COVID-19 es una grave amenaza para la recuperación de la ayuda, sería una lástima no prestar mayor atención a la historia positiva que descubrimos antes de que llegara la pandemia. En 2018, la ayuda total a la educación alcanzó la cantidad más alta jamás registrada, 15.600 millones de dólares. Esto supone un aumento del 9%, es decir 1.250 millones de dólares, en relación con el año anterior.  Desglosada por niveles educativos, entre 2017 y 2018, la ayuda total aumentó en un 6% en la educación básica, en un 7% en la enseñanza secundaria y en un 12% en la enseñanza postsecundaria.

En comparación con 2010, año en que la ayuda a la educación alcanzó su punto máximo anterior poco antes de que se empezara a sentir el impacto de la gran crisis financiera en la AOD, la ayuda a la educación ha aumentado en un 16%, mientras que la ayuda a la educación básica ha crecido más lentamente, en un 10%.

Sin embargo, incluso más allá de las realidades de la pandemia, todavía hay mucho que mejorar.

La educación lleva mucho tiempo perdiendo terreno como prioridad de los donantes. El porcentaje dedicado a la educación de la ayuda que se asigna claramente a los sectores (“ayuda asignable”) se redujo del 14,8% en 2003 al 11,7% en 2010 y en otros dos puntos porcentuales al 9,7% en 2013. Desde entonces se ha recuperado un poco hasta el 10,8%, pero sigue estando por debajo de los niveles de 2010. La proporción de la enseñanza básica y secundaria en la ayuda asignable es del 6,3% (gráfico 3a). Si este porcentaje fuera del 10% y todos los países donantes del CAD más algunos países donantes no pertenecientes al CAD (Arabia Saudita, Brasil, China, Emiratos Árabes Unidos, Federación de Rusia, India, Kuwait, Qatar y Sudáfrica) dedicaran el 0,7% de su INB a la AOD, se colmaría el déficit de financiación de la educación.

La desvalorización de la educación es particularmente notable, ya que otros sectores han mantenido, en general, su proporción de ayuda directa a lo largo del tiempo. Solo unos pocos sectores han ganado terreno, como el de la energía y el de la salud, la población y la salud reproductiva (cuyo porcentaje aumentó del 15% en 2004 al 19,6% en 2013).

Los donantes priorizan diferentes niveles de educación

 La ayuda a la educación básica alcanzó los 6.500 millones de dólares en 2018, la mayor cantidad jamás registrada. La educación primaria representa alrededor del 90% de esa cantidad; el resto consistió en pequeñas proporciones destinadas a la educación de la primera infancia, a las “habilidades para la vida” y a los programas de alimentación escolar. De esa cantidad, los países de bajos ingresos recibieron el 31%, es decir, 2.000 millones de dólares, lo que supone un fuerte aumento con respecto a 2015, año en que recibieron el 23% del total, es decir, 1.300 millones de dólares. Los países de ingresos medianos-bajos han visto disminuir su participación del 46% al 33% durante este período, lo que equivale a una disminución de 300 millones de dólares.

Una parte cada vez mayor de la ayuda a la educación básica –19%, o 1.100 millones de dólares, en 2018–  no está vinculada específicamente a ciertos países. El porcentaje de la ayuda a la enseñanza secundaria que tenía beneficiarios no especificados era solo la mitad del que correspondía a la enseñanza primaria. Incluso si se supone que todos los beneficiarios no especificados de la ayuda a la educación básica y secundaria son países de ingresos bajos y medios-bajos, la cantidad total de la ayuda a la educación básica y secundaria ascendió a 7.400 millones de dólares en 2018. El resto se destinó a los países de ingresos medios-altos o incluso altos y a la enseñanza postsecundaria. En otras palabras, solo el 47% de la ayuda a la educación se destina a los dos subsectores y a los dos grupos de países más necesitados.

La ayuda a la enseñanza secundaria alcanzó los 3.000 millones de dólares en 2018, de nuevo la mayor cantidad jamás registrada. La formación profesional representó el 56% del volumen total. Los países de bajos ingresos recibieron el 30%, es decir, 890 millones de dólares, lo que supone un notable aumento con respecto a 2015, año en que recibieron el 24%, es decir, 560 millones de dólares del total. Los países de ingresos medios-bajos han visto disminuir su porcentaje del 51% al 39% durante este período, lo que significa que la ayuda se ha estancado en 1.200 millones de dólares.

En lo que respecta a las asignaciones regionales, la principal novedad desde 2010 ha sido el aumento de la parte correspondiente a África septentrional y Asia occidental como consecuencia de las crisis de la República Árabe Siria y Yemen. Entre 2010 y 2018, el porcentaje de la región aumentó del 14% al 27% de la ayuda a la educación básica y del 10% al 23% de la ayuda a la enseñanza secundaria. El aumento en 2018 refleja un importante incremento de 3.200 millones de dólares en el apoyo presupuestario para Yemen, de los cuales el 20% se destina a la educación, según la metodología establecida por el Informe GEM.

El porcentaje de la ayuda a la educación básica correspondiente a África Subsahariana parece haber disminuido en 10 puntos porcentuales en los últimos 10 años, pero esto se debe probablemente al aumento proporcional del porcentaje de la ayuda a regiones no especificadas durante este período. El análisis no incluye la ayuda humanitaria, que ha seguido aumentando.

La ayuda a la educación postsecundaria alcanzó los 6.100 millones de dólares en 2018, también la mayor suma registrada. Sin contar el apoyo presupuestario asignado a la enseñanza postsecundaria, consiste en ayuda directa a la enseñanza postsecundaria (31%), becas para que los estudiantes de los países receptores estudien en el extranjero (21%), de las cuales aproximadamente un tercio no se asignan a países concretos, y gastos imputados a los estudiantes que estudian en instituciones de los países donantes (48%). Los países de ingresos medios-altos reciben alrededor del 29%, es decir, 1.800 millones de dólares, un mayor porcentaje que en la enseñanza básica o secundaria.

Por lo tanto, en todos los niveles se pueden extraer importantes conclusiones positivas sobre las tendencias generales de la ayuda a la educación entre 2017 y 2018, aunque todavía se necesitan urgentemente mejoras en la orientación de esa ayuda. Por ende, es una lástima encontrar en nuestro análisis la medida en que el COVID-19 afectará la situación, con un descenso previsto del 12% en el apoyo internacional a la educación de 2018 a 2022. Quienes abogan en este tema deberían tomar nota de las recomendaciones de política de nuestro reciente documento de ayuda, pero también deberían recordar a los donantes los avances positivos que se han producido recientemente; un nivel al que podemos volver con las prioridades y la voluntad adecuadas.

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